Vuelve a África el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución con la que los habitantes de ese continente hubieran querido no tener más que ver. El motivo de su regreso es el elevado endeudamiento de algunos países africanos. Ha subido tanto en los últimos años, que la bancarrota estatal se cierne sobre ellos. El último en dirigirse al FMI ha sido Angola, un país rico en petróleo. Lo hizo a finales del pasado mes de agosto de 2018. Además de crédito, el presidente, João Lourenço, desea también apoyo para implementar reformas económicas. Otros nueve países africanos han recurrido al FMI, entre ellos Mozambique, Ghana y la República del Congo. En total, el programa para África del organismo monetario ascendió en 2017 a los 7.200 millones de dólares estadounidenses, cuatro veces más que en 2014.
El renovado compromiso del FMI en aquel continente despierta recuerdos de las últimas crisis graves de deuda en las décadas de los 80 y 90. También en aquel entonces la insolvencia amenazaba a algunos países y el FMI ayudó con créditos de emergencia. Pero el dinero llegó de la mano de duras condiciones: el FMI y su organización hermana, el Banco Mundial, exigieron a cambio duras reformas políticas y económicas de los países que recibieron ayuda.