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ÁFRICA EMPRENDE UN NUEVO PLAN PARA IMPULSAR LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ

El potencial que tiene el continente africano para dinamizar el mercado automotor es aún un reto a asumir por las ensambladoras internacionales y los gobiernos locales.

Estos últimos están decididos a revertir décadas de números muy conservadores para impulsar un crecimiento que aportará fuentes de empleo, incremento del Producto Interno Bruto (PIB) de cada nación y mejores precios para los usuarios.

Países como Sudáfrica y Marruecos comandan la región, aunque la producción conjunta es de menos de un millón de coches fabricados cada año, lo que refleja un potencial enorme para un continente en el que viven más de 1.000 millones de personas.

Esta capacidad latente ha sido corroborada en un informe presentado en el 2014 por la firma consultora Deloitte, en Johannesburgo. En el estudio quedó asentado lo siguiente:

“La producción de vehículos tiene múltiples beneficios para las economías locales, debido a que la industria automotriz supone un catalizador para la actividad y su diversificación. Este sector de la economía es muy atractivo para los gobiernos que desean impulsar la generación de empleo y las exportaciones”.

COCHES PARA EXPORTAR

El caso de Sudáfrica es el más ejemplar, ya que de los 600.000 coches que se fabrican en el país, más del 50% se exportan, lo que genera una contribución al PIB del 7,5%, y aporta empleo directo a unas 113.000 personas.

El propio gobierno sabe que la industria de los coches es fundamental para el desarrollo local.

Su ministro de Comercio, Rob Davies, afirmó recientemente que “el país no se podía dar el lujo de dejar de apoyar a la industria automovilística”.

Grandes marcas del sector quieren rescatar el mercado de Nigeria, en el que 6 fabricantes llegaron a ensamblar más de 150.000 unidades por año entre 1970 y 1980.

CASO MARRUECOS

Otro ejemplo de éxito en la comercialización de coches es el experimentado por Marruecos, al norte del continente, país en el que se desea llevar la producción de 350.000 vehículos al año a un millón para el 2025.

Esta planificación también es perseguida por naciones como Egipto y Argelia. La nación petrolera, de hecho, quiere reducir su dependencia del petróleo y el gas apostando por la industria del automóvil.

Por su parte, Egipto empezó hace casi 50 años la producción de coches. Cuenta en la actualidad con unas 15 plantas de ensamblaje. No obstante, el sector sufrió un fuerte retroceso por la “primavera árabe”.

Ya en el 2016 hubo síntomas de mejoría, lo que propició el diseño de un plan nacional para aumentar la producción a más de 500.000 unidades para el 2020.

El continente mira con nuevos ojos este sector, que podría brindar mayores oportunidades de empleo y crecimiento. Para conseguir esto debe mantenerse la estabilidad política, que ofrezca garantías para el retorno de capital de las corporaciones.

Captura-de-pantalla-2017-11-06-a-las-10.01.33FUENTE: CincoNoticias.com

Misión Comercial a Senegal ( 2º Parte)

Senegal hace parte de la UEMOA, junto con 7 países mas, Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea-Bissau, Mali, Níger, Senegal y Togo, todos estos países cuentan con las mismas políticas comerciales, libertad de mercancías, personas y capitales, tienen en común la misma moneda, CFA (franco de la comunidad financiera africana), que mantiene una paridad fija con el euro de (1 euro =655,95 CFA), lo cual evita la incertidumbre. Senegal cuenta con 13 millones de habitantes y junto con la UNEOA alcanza un flujo de consumidores de 80 millones.

CFA,Moneda Senegal

Misión comercial Senegal (parte 1)

Senegal

Mision Comercial SenegalPaís que actualmente cuenta con estabilidad social, política y económica, es la tercera economía de África occidental y cuenta con vuelos comerciales diarios desde España hacia su capital Dakar, lo que muestra el aumento en el flujo de personas. Senegal se organiza territorialmente de acuerdo al modelo francés, distritos, departamentos y regiones, hay 11 regiones administrativas entre las cuales se encuentra Dakar, su capital.

¿Cuáles son las mayores economías del mundo? ¿Y las más diminutas?

India arrebatará a Brasil la séptima plaza en 2015. España ya queda cinco puestos por detrás de Italia. Tuvalu y Kiribati, las más pequeñas.

México supera a España como la primera economía hispana

Siete billones de dólares separan a China de EE UU, así que el gran sorpasso, esperado y temido desde años, aún tendrá que esperar. Las nuevas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI)mantienen a la economía estadounidense a la cabeza del mundo por volumen del producto interior bruto (PIB) medido en dólares corrientes (es decir, sin el efecto de la inflación), hasta 2020. Les siguen Japón, Alemania, Reino Unido y Francia, pero en el cuarto puesto habrá un cambio este mismo año si se cumplen los pronósticos: India superará a Brasil.

Está previsto que la economía brasileña se contraiga un 1% este año, la confianza del sector privado en mínimos, incluso después de que las elecciones presidenciales disiparan la incertidumbre, crece el temor a racionamientos de agua y electricidad. La guinda es la investigación de Petrobras por un caso de corrupción. En cambio, India acelera del 7,2% al 7,5% por el bajo precios del petróleo y un repunte de la inversión. Eso sí, si se mira la riqueza por habitante, la foto cambia radicalmente: los 1.626 dólares de los indios palidecen ante los 11.640 de los brasileños.

Tras Brasil, en la octava posición del mundo, siguen Italia, Canadá, Corea del Sur y Australia en los puestos nueve, 10, 11 y 12. También ahí ha habido otro adelantamiento, de Corea sobre Australia, muy castigada por la caída del precio de las materias primas.

A España la superará México este mismo año, con lo que quedará relegada a la plaza 14. La crisis ha bajado a la economía española seis posiciones, desde la novena plaza que llegó a ocupar. Incluso Rusia, muy castigada por las consecuencias del conflicto con Ucrania, superará a España en 2016.

Pero si esta misma carrera se hace midiendo el tamaño de las economías en paridad de poder de compra (eliminando las distorsiones que crean los diferentes niveles de precios en cada país, especialmente para tener en cuenta el valor de bienes y servicios que no participan en el comercio internacional), las cosas cambian. China ya superó a EE UU y se colocó como primera potencia el año pasado con este baremo, le sigue Estados Unidos, pero en la tercera plaza ya no está Japón, sino India. La economía nipona estaría cuarta, seguida de Alemania, Rusia, Brasil e Indonesia.

En el otro extremo, entre las economías más pequeñas de los 189 países que forman parte del Fondo, destacan Tuvalu, un grupo de islas de la Polinesia (antes llamadas Ellice) y la República de Kiribati, un archipiélago situado al noroeste de Australia. El producto interior bruto (PIB) del primero será de 35 millones de dólares este año y el del segundo de 168 millones. Las Islas Marshall, en tercer puesto por la cola, tendrá un PIB de 195 millones.

Desayuno Empresarial de Navarra Capital con Marta Fernández Currás, secretaria de Estado de Presupuestos y Gastos

Intervención de Eduardo Sanzol, Presidente de Naxan Export, el video del desayuno empresarial de Navarra Capital con Marta Fernández Currás, secretaria de Estado de Presupuestos y Gastos.

The twilight of the resource curse?

Africa’s growth is being powered by things other than commodities

FOR decades commodity prices have shaped Africa’s economic growth. The continent is home to a third of the planet’s mineral reserves, a tenth of the oil and it produces two-thirds of the diamonds. Little wonder then that, as a rule, when prices for natural resources and export crops have been high, growth has been good; when they have dipped, so has the continent’s economy (see chart 1).

Over the past decade Africa was among the world’s fastest-growing continents—its average annual rate was more than 5%—buoyed in part by improved governance and economic reforms. Commodity prices were also high. In previous cycles African economies have crashed when the prices of minerals, oil and other commodities have fallen. In 1998-99, during an oil-price fall, Nigeria’s naira lost 80% of its value. African currencies again took a beating during a period of turmoil in commodity markets in 2009.

Since last year the price of oil has fallen by half and many metals such as copper and iron ore have also dropped sharply. With commodity prices plunging, will the usual pattern repeat itself?

In some economies large drops in commodity prices have led to currency falls. At least ten African currencies dropped by more than 10% in 2014. But there have been few catastrophic depreciations. This suggests that investors do not see lower commodity prices as a kiss of death. Ghana’s currency, the cedi, was the continent’s worst-performing currency in 2014, having lost 26% against the dollar. But it tumbled not because investors fret about the impact of lower commodity prices. In fact, Ghana is by African standards not especially commodity-dependent (see map). Rather, it has in recent years run a lax fiscal policy. In 2013 its budget deficit hit 10% of GDP.

The mall, not the mine

One reason currencies have been robust may be because economic growth is starting to come from other places. Manufacturing output in the continent is expanding as quickly as the rest of the economy. Growth is even faster in services, which expanded at an average rate of 2.6% per person across Africa between 1996 and 2011. Tourism, in particular, has boomed: the number of foreign visitors doubled and receipts tripled between 2000 and 2012. Many countries, including Ethiopia, Ghana, Kenya, Mozambique and Nigeria, have recently revised their estimates of GDP to account for their growing non-resource sectors.

Despite falling commodity prices, the outlook also seems favourable. Wonks at the World Bank reckon that Sub-Saharan Africa’s economy will expand by about 5% this year. Telecommunications, transportation and finance are all expected to spur economic growth.

What explains Africa’s increasing economic diversification? A big pickup in investment helps. That has arisen partly because governments have worked hard to make life better for investors. The World Bank’s annual “Doing Business” report revealed that in 2013/14 sub-Saharan Africa did more to improve regulation than any other region. Mauritius is 28th on the bank’s list of the easiest places to do business. Rwanda, which 20 years ago suffered a terrible genocide, is now deemed friendlier to investors than Italy.

After two decades of poor performance, Africa’s total investment as a percentage of GDP increased after 2000. Foreign direct investment (FDI) into Africa rose by 5% in 2012 and 10% in 2013, despite global stagnation.

Ten years ago almost all FDI went to resource-rich African economies; resource-poor economies received very little (see chart 2). Resource-rich countries still receive more FDI in absolute terms; but resource-poor economies outpace them when investment is measured as a share of GDP. Foreign investors from other African countries are especially keen on non-commodity industries: nearly a third of their investments are in financial services.

The most resource-intensive economies are working hard to diversify. For the past three years growth in Nigeria, Africa’s biggest economy, has exceeded 5%. You might think its growth is being powered by oil exports. Nigeria has Africa’s second-largest reserves, it is the fifth-largest exporter and, according to the IMF, oil accounts for 95% of all exports. But in recent years the Nigerian oil industry has stagnated. Growth has instead come from things like mobile phones, construction and banks. Services now represent 60% of GDP.

Angola is similar. It is Africa’s second-largest oil producer and the stuff makes up the vast majority of exports. But its 5.1% expansion in 2013 came mainly from things such as manufacturing and construction. In 2013 fishing expanded by 10%, and agriculture by 9%. About a third of government revenue now comes from non-oil sources, compared with almost nothing a decade ago, economists at Standard Bank reckon.

In Botswana the percentage of GDP made up by the mining and quarrying of goodies like diamonds, gold and copper has fallen from 46% in 2006 to 35% in 2011, according to the “African Economic Outlook”. Other countries that are successfully diversifying are Rwanda—which has thriving banks and business-services firms—and Zambia, which although still copper-dependent has posted growth of 12% a year in financial services. Congo-Brazzaville, where oil makes up 80% of exports, is seeing rapid growth in construction and transport. That may be further fuelled by the All-Africa Games, which are to be held this year in the capital, Brazzaville.

Better fiscal policy also plays an important role. Commodity markets are volatile; government spending smooths out the booms and busts. Until a few years ago, nearly all African economies spent freely when their economies were hot, only to rein in spending when things cooled down. That is the opposite of what most economists would advise a finance minister to do. But in recent years, according to a report from the World Bank published on January 7th, fiscal policies in many African countries have become more sensible. These days a fair number of African economies save money during the good times, in order to spend it in the bad ones.

There is still a long way to go. Africa is still the continent most dependent on commodity exports. Countries such as Tanzania and Nigeria want to develop giant gasfields which, while boosting the economy in the short term, could tie them more closely to commodity cycles. Some worry that investment in infrastructure will fall as mining companies retrench.

Even so, there is reason to think the “resource curse” is losing its power. Despite turmoil in commodity markets, Africa is still one of the world’s fastest-growing regions. With better education systems, investment in infrastructure and sensible regulatory reforms, the continent could completely break the spell that has held it back so often in the past.

El aterrizaje de las materias primas

Tras doce años creciendo sin precedentes, el mercado de las ‘commodities’ se está ajustando a una nueva realidad económica

Un tractor fumiga un campo de soja. / FOTOKOSTIC

Una noche de mayo de 2011, unos ladrones entraron en el estudio del escultor Juan Ripollés en Burriana (Castellón). Su objetivo, tres manos y un brazo de la estatua en homenaje al entonces presidente de la diputación provincial, Carlos Fabra; en concreto, las 2,5 toneladas de cobre con la que estaban hechas. En enero de ese mismo año, un tren de alta velocidad que hacía la ruta entre Amsterdam y Düsseldorf descarriló tras golpear con un mercancías; la causa, un fallo de señales tras el robo de 300 metros de cable. Por todo el mundo desarrollado se desató una fiebre por el cobre; y el motivo era un mercado hambriento por el metal como nunca antes.

Y el hambre no era solo de cobre. Entre 2000 y 2012, el mercado de las materias primas vivió una expansión sin precedentes. Al contrario que en otros ciclos alcistas, este boom de las mercancías básicas (commodities, en inglés) se extendió por prácticamente todos los productos y todas las categorías. De la bauxita al caucho, del azúcar al zinc, el índice de precios de las materias primas no energéticas del Banco Mundial creció un 64% entre 1997 y 2011. La cotización de los fertilizantes se multiplicó por 2,9; la energía, por 3,7, y el índice de metales preciosos se cuadruplicó. La tonelada de cobre pasó de 2.061 dólares en 2001 a 8.103 en 2011.

El boom se ha terminado. Desde 2011, el precio del cobre ha caído más de un 28%. Y no es el único: el mineral de hierro desembarcado en el puerto chino de Qingdao se vende a un 63% menos que hace cuatro años; el carbón para metalurgia, a un precio 78% menor; la potasa —utilizada en fertilizantes— ha pasado de 483 dólares la tonelada en 2012 a menos de 290 hoy.

Y aún queda. “Puede que el precio de las materias primas se mantenga débil durante todo 2015”, señala el último Panorama de los Mercados de Materias Primas, una publicación trimestral del Banco Mundial. “Hemos vivido un superciclo“, apunta Daniel Briesemann, analista de materias primas de Commerzbank, “y estamos en un momento de corrección”.

El informe es de octubre, antes de que la Organización de Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP) decidiese mantener los niveles de extracción, lo que desencadenó una caída precipitada de los precios del petróleo crudo, ya bajo presión por el enorme crecimiento de la oferta gracias a las explotaciones por fracturación hidráulica y el aumento de la eficiencia energética.

Para Ole Hansen, jefe de estrategias de materias primas en el danés Saxo Bank, la caída de más del 40% de la cotización del barril Brent desde octubre no hace más que poner al petróleo en línea con el resto de materias primas. “Las guerras en Oriente Próximo y lasprimaveras árabes generaron una inestabilidad en el suministro que se ha mantenido prácticamente hasta ahora”, considera. “Recordemos que el año pasado tuvimos la mayor interrupción de suministro desde la primera Guerra del Golfo”.

¿De dónde salió el boom? Fundamentalmente, por una combinación de, por un lado, la expansión económica de los países emergentes, y por el otro, la combinación entre el alza del precio del petróleo y la caída de la cotización del dólar, en ambos casos por factores geopolíticos.

“Toda la revolución industrial en China ha desatado un apetito sin precedentes por materias primas”, apunta Hansen. El extraordinario crecimiento económico del país asiático, cuyo PIB ha aumentado a una media del 10% anual desde 1979, fue gracias al crecimiento de una industria básica alimentada por las commodities. De pronto, China necesitaba de todo, y el mercado le tomó la palabra. “Ha habido mucha euforia”, indica John Baffes, economista senior del grupo de Perspectivas de Desarrollo del Banco Mundial. Y los países productores de mercancías básicas se dispusieron a aprovechar ese filón.

Pero la persistente parálisis en la economía de la eurozona, uno de los principales clientes de los nuevos países industrializados, ha hecho caer la demanda global de productos elaborados y las materias primas que los componen. Ni siquiera la recuperación de EE UU ha sido suficiente para llenar ese vacío en la demanda.

Además, ahora China quiere cambiar el paso. El régimen de Pekín sabe que su modelo de crecimiento basado en la industrialización a toda costa —y sus consecuencias en el medio ambiente y en la calidad de vida de los ciudadanos— cada vez despierta más recelos en la misma clase media que ese modelo ha contribuido a crear. La “nueva normalidad”, en palabras del presidente chino Xi Jinping, se basa un crecimiento “más moderado” y “basado no en las materias primas y la inversión sino en la innovación”.

¿Hubo quizás exceso de confianza en que el modelo económico chino iba a durar para siempre? “Creo que los datos de China se convirtieron en algo parecido a un somnífero para el mercado”, considera Hansen. “La caída de los precios se ha convertido en un toque de atención”. El tirón de la locomotora china es tan potente que, sin él, el resto de la economía global no ha podido sostener el megaciclo.

Para Baffes, el alza del petróleo explica la subida de las materias primas agrícolas. “Por un lado, la agricultura es un sector muy intensivo desde un punto de vista energético”, apunta. “El coste de producción de los fertilizantes está muy ligado al precio del gas natural. Por otro, el alza del petróleo hizo que muchas commodities alimentarias fueran desviadas a la producción de biocarburantes”. Stefan Vogel, jefe de investigación de materias primas agrícolas de Rabobank International, matiza: la evolución del crudo no ha sido un factor tan importante. “El gasóleo de uso agrícola no responde a mucho más que al 2 o 3% de los costes de producción”, señala. La pregunta es qué efecto puede tener la caída del precio del crudo en la demanda de las materias primas agrícolas, especialmente en la de oleaginosas como la colza o el ricino.

El ajuste está cayendo sobre el mercado, y, para quien no esté preparado, se avecina doloroso. “El verdadero problema es el frenazo en el precio del petróleo”, comenta Baffes. “Hay muchos países sin una buena posición fiscal. La caída de las cotizaciones puede ahogar a los países productores hasta dejarles bastante al descubierto”, confirma Hansen. “Sobre todo si no han diversificado sus economías y no han hecho reformas estructurales. Además, su deuda suele estar denominada en dólares, lo que puede agravar el problema si la moneda estadounidense se fortalece”.

Aunque los efectos se prevén más dramáticos en países como Rusia o Venezuela, no son exclusivos de los países emergentes. Australia ha tenido que ajustar sus presupuestos para los próximos años a la caída de las cotizaciones del hierro y del carbón de uso metalúrgico.

No solo serán los Estados los que van a sufrir. “Las industrias extractivas son las que, en principio, deben llevarse la peor parte”, comenta Briesemann. “Hay que tener en cuenta que una mina tarda entre cinco y diez años en ponerse en marcha”. La pregunta es qué va a suceder cuando explotaciones abiertas al calor de la fiebre empiecen a sacar su producción al mercado.

“Las acciones mineras han sufrido un impacto muy fuerte”, comenta Hansen. “Lo que vamos a ver es una consolidación del sector; se sacará del mapa a las explotaciones menos productivas y a las empresas más pequeñas. Las grandes corporaciones mineras tienen un colchón financiero más mullido”.

Otro tema problemático son los efectos del boom en el entorno. Las consecuencias medioambientales de la expansión de la minería en China o la deforestación en la Amazonía brasileña para ampliar los cultivos de soja aún están por ver.

Pese a la contundencia de los datos, los expertos consideran que la caída de los precios es un ajuste, no una debacle. En un documento de junio de 2014, Otaviano Canuto, exvicepresidente del Banco Mundial, sostiene que los precios de las materias primas siguen históricamente por encima del inicio del ciclo expansivo, y, lo que es más importante: el proceso de urbanización y reducción de la pobreza en los países emergentes no tiene visos de dar marcha atrás. En consecuencia, “el que actualmente muchos mercados emergentes vivan un momento de menor crecimiento no da señales de que vaya a significar un cambio de sentido de la demanda”.

John Baffes está de acuerdo. “Pongamos el caso del petróleo. Independientemente de lo que baje, al final del día vamos a tener menos crudo del que teníamos antes”, apunta el experto del Banco Mundial. “Eso significa que no volveremos a ver un petróleo a 10 dólares, porque ya no se puede producir a ese precio”. Ahora bien, la tecnología seguirá avanzando, por lo que, más que probablemente, tampoco lo vamos a ver a 200 [dólares]”. Hansen indica otro factor: “Un menor coste de la energía puede abaratar los costes de extraer materias primas”.

El efecto será aún menos visible en las commodities alimentarias. “El agrícola es un mercado muy intervenido, especialmente en la Unión Europea, y los granjeros reaccionan rápido ante los cambios”, afirma Stefan Vogel. “Es la población es que mueve la demanda de productos alimenticios. Y no solo es que cada vez hay más gente; es que estamos hablando de comida. Al final del día, a la hora de hacer las cuentas, es lo último que se deja de comprar, y los productos agrícolas cotizados son, precisamente, los alimentos más básicos de todos”, recuerda el analista de Rabobank.

También están los cambios en la dieta de los países emergentes. Al calor de los mayores ingresos familiares, alimentos como los cereales y, sobre todo, la carne, han ganado peso en la cesta de la compra de las clases medias de los nuevos países industrializados. “Una vez se encuentra el gusto a una alimentación mejor, es muy difícil dar marcha atrás”, considera Ole Hansen, de Saxo Bank.

Para Vogel, ni siquiera el mercado de los biocarburantes va a sufrir en exceso. “Hay que tener en cuenta que en muchos países hay una obligación legal de incorporar un porcentaje de productos de origen agrícola a los carburantes, así que el efecto será menor”.

Pero el principal factor que sostendrá la cotización de los productos agrícolas son las incertidumbres de un mundo políticamente convulso y dependiente de una meteorología cambiante. El intermitente conflicto en Ucrania, una de las mayores regiones trigueras del mundo, ha tenido un efecto sobre el precio del cereal.

Y, sobre todo, está la incertidumbre provocada por los potenciales efectos del cambio climático. Según el Instituto de Investigación de Políticas Alimentarias (IFPRI, en sus siglas en inglés) en 2050 el efecto del cambio climático hará subir el precio de la soja hasta un 14,2% con respecto a un escenario en el que el clima se mantenga como está; mientras que la cotización del trigo se duplicará.

Fuente: El Pais

`Makers´, africanos que construyen innovación

El movimiento ‘maker’ está arraigando en África apoyándose en una tradición de reciclaje en la vida cotidiana

Emeka Okafor es uno de los impulsores de la Maker Faire Africa que se ha celebrado en Sudáfrica y uno de los gurús de los inventores del continente

Uno de los talleres para familiarizar a los más jóvenes con la electrónica en la Maker Faire Africa 2014. / DIRKCUYS – CC

El movimiento maker se expande en todo el mundo, responde a la necesidad del ser humano de construir con sus propias manos, pero también al impulso de innovar. Esta corriente, en el continente africano, tiene unas características especiales. El lema Do It Yourself (hazlo tu mismo), que es una de las divisas de este grupo, adquiere un significado especial en el caso africano.

Los casos de la impresora 3D construida con desechos electrónicosen Togo, o los sistemas para separar los compuestos de un vertedero de cadáveres tecnológicos en Ghana, son algunos de los ejemplos más atractivos y que han conseguido más popularidad. Sin embargo, no son los únicos casos en los que el ingenio africano se pone al servicio de la resolución de problemas prácticos con medios limitados. En distintos puntos del continente algunas cabezas pensantes creativas han conseguido generar molinos alimenticios reduciendo la complejidad de los mecanismos o construir placas solares a partir de los compuestos químicos de una mala hierba local, o incluso han buscado la manera de convertir la orina en combustible; los inventores africanos están pensando en máquinas para verificar y asegurar el voto en los comicios electorales ahuyentando el fantasma del fraude.

La lista de invenciones podría ser interminable. Pero todas tienen algo en común, se han generado contando con la precariedad de medios y han combinado el espíritu maker global con los conocimientos y la forma de hacer tradicionales de los distintos rincones del continente. Las actividades de estos individuos inquietos se complementan con iniciativas conjuntas, como losfablab o makerspaces, en general, que aparecen en muchas ciudades de África subsahariana, desde Antananarivo hasta Dakar pasando por Nairobi, y que construyen comunidades de makers. Y de la misma manera, surgen empresas sociales, fundaciones u ONG y todo tipo de organizaciones que tratan de fomentar y animar este espíritu creador y, sobre todo, de facilitar salidas prácticas para los inventos.

El nigeriano Emeka Okafor, uno de los referentes del movimiento ‘maker’ africano.
Fuente: El pais 
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