Economists are severely underestimating the amount of trade between African countries

The share of internal trade in Africa remains low, as reflected by official statistics. This is despite numerous regional trade agreements that have led to tariffs removal within the trading blocs. At least in principle.

There are a host of shortcomings that limit trade: non-tariffs barriers, red tape and insufficient infrastructure. Tariff barriers remain high outside areas covered by the agreements. Enhancing trade integration between African countries could yield large economic gains. This idea motivated the latest initiative for integration, the continental free trade area.

However, a large part of cross-border trade between African countries is informal. It either avoids customs entirely, or goes through official posts but is not recorded. Informal trade is difficult to measure. Most studies have relied on estimates based on partial surveys, or on accounting exercises. They concluded that a substantial share of Africa’s regional trade was informal, on the order of 30% to 40%.

Source: qz.com

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La nueva ruta de la seda

Un interesante artículo de opinión sobre las circunstancias que rodean el despege de África, el nuevo “Plan Marshal” chino y la posición de Europa en todo esto.

El despliegue de China como potencia global necesita desarrollar una estrategia de promoción de grandes infraestructurasalrededor del mundo. La apuesta más ambiciosa de esta estrategia es la nueva ruta de la seda, conocida por sus siglas en inglés como OBOR (One Belt, One Road). Esta ruta pivota alrededor del canal de Suez y supone un gigantesco proyecto de integración económica de AsiaÁfrica y Europa, a través de la construcción y explotación de infraestructuras del transporte y una red de corredores energéticos. La ruta recorre territorios que afectan a un tercio del comercio internacional, al 70% de la población mundial, al 55% del PIB y supone las tres cuartas partes de las reservas energéticas fósiles del planeta.

La nueva ruta de la seda conecta con el despertar del continente africano que experimentará un espectacular crecimiento demográfico, se prevé que a finales del siglo XXI podría alcanzar el 33% de la población mundial. La colonización europea no construyó infraestructuras que contribuyeran al desarrollo de los pueblos africanos, solo respondían al principio de la economía colonial extractiva. Las redes ferroviarias construidas por los europeos tenían como único objetivo la extracción de las materias primas y su transporte a puertos que permitían su exportación, quedando todos los réditos en manos del país colonizador. Satisfacer las necesidades de movilidad de los “indígenas”, era totalmente irrelevante.

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¿Qué cabe esperar del retorno a África del FMI?

Vuelve a África el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución con la que los habitantes de ese continente hubieran querido no tener más que ver. El motivo de su regreso es el elevado endeudamiento de algunos países africanos. Ha subido tanto en los últimos años, que la bancarrota estatal se cierne sobre ellos. El último en dirigirse al FMI ha sido Angola, un país rico en petróleo. Lo hizo a finales del pasado mes de agosto de 2018. Además de crédito, el presidente, João Lourenço, desea también apoyo para implementar reformas económicas. Otros nueve países africanos han recurrido al FMI, entre ellos Mozambique, Ghana y la República del Congo. En total, el programa para África del organismo monetario ascendió en 2017 a los 7.200 millones de dólares estadounidenses, cuatro veces más que en 2014.

El renovado compromiso del FMI en aquel continente despierta recuerdos de las últimas crisis graves de deuda en las décadas de los 80 y 90. También en aquel entonces la insolvencia amenazaba a algunos países y el FMI ayudó con créditos de emergencia. Pero el dinero llegó de la mano de duras condiciones: el FMI y su organización hermana, el Banco Mundial, exigieron a cambio duras reformas políticas y económicas de los países que recibieron ayuda.

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Fuente: dw.com

Lluvia de inversiones chinas en África

La entrada masiva de inversiones chinas en África (52.000 millones de euros en tres años) ha merecido el apelativo de un ‘plan Marshall’ para aquel continente. África no sale de un conflicto devastador como fue la segunda guerra mundial en Europa, pero la situación de la mayoría de países africanos es de quiebra, incluso los que disponen de importantes recursos naturales. Por ello, la llegada de inversiones que permitan desarrollar la industria y el comercio de África debe ser bienvenida. Permitiría para sacar a aquel continente de su subdesarrollo crónico. Sin embargo, las cautelas son obligadas porque pesan demasiados interrogantes sobre el objetivo último de China y sobre la capacidad que vayan a tener los países receptores de las inversiones de devolver los generosos fondos.

China en África no es una novedad. Hace más de una década ya llovieron inversiones y proyectos y muchos países acumulan desde entonces deudas con el país asiático que no pueden devolver. Desde el punto de vista de Pekín, su ‘plan Marshall’ es un negocio redondo. África es un enorme mercado para los productos chinos; le permite demostrar que es una gran potencia económica y de rebote, militar y geopolítica, y puede comprar voluntades políticas en las instituciones internacionales. En estas circunstancias, más que una ayuda al desarrollo, lo que China se dispone a repetir en África es la versión del siglo XXI del colonialismo que los europeos implantaron en el siglo XIX y con el que expoliaron a aquel continente.

Editorial de ‘El periódico’ 15/9/18